DR. FERNANDO CARPIO

La apariencia del ser humano ante sus semejantes ha sido una de sus preocupaciones prioritarias y tal vez la que más repercusiones ha tenido sobre el desarrollo de las diferentes civilizaciones, ya que, como consecuencia del culto a la apariencia, el ser humano ha tenido muchos conflictos, algunos de los cuales han evolucionado hacia francas confrontaciones armadas.

Tal vez la publicación más antigua que se conoce es el papiro de Ebers, datado en el 3.500 A.de C., en el cual se describen fórmulas cosméticas y algunos trasplantes hísticos. La civilización egipcia, tan adelantada para su época, plasmó también sus conocimientos médicos en el papiro de Edwin Smith (2.200 a. de J.C.), describiendo intervenciones quirúrgicas y el tratamiento de lesiones traumáticas y fracturas faciales.

Por otra parte, en el extremo opuesto del mundo entonces conocido, la civilización hindú, en el Rig-Veda (1.500 a.de J.C.) y en el Atharva-Veda se describen reconstrucciones de narices a expensas de colgajos de vecindad tomados de la mejilla o la frente. En esta civilización se hallaba legislado entonces el castigo de diferentes delitos mediante la amputación nasal. En la civilización hindú la cirugía a castas menores se consideró un oficio denigrante, motivo por el cual aparecieron los koomas o alfareros, quienes seguían los principios quirúrgicos expuestos por Susruta (750 a. de J.C.), texto básico de la cirugía hindú.

Aparte los hallazgos descritos, no se han encontrado huellas ni escritos de ninguna clase que mencionen la evolución médica de los siguientes períodos, hasta la aparición de Celsus (25 a. de J.C. – 50 d. de J.C.), quien recogió las traducciones y los conocimientos transmitidos por hindúes, árabes y egipcios a la civilización griega y luego a la latina, cuando publicó su libro “De Re Medica”,donde describe tanto colgajos como plástias, lo cual ha llevado a considerar a Celsus como el verdadero precursor de esta disciplina.

En las numerosas obras de Galeno llaman la atención las disecciones anatómicas de mano, lo mismo que las practicadas en cerdos. Su interés fundamentalmente fue la medicina, pero describió también cirugías reparadoras de la cara, la nariz y las orejas, tratándolas con colgajos de vecindad. Paul de Egina (625-690 a. de J.C.) escribió el texto de cirugía donde se describe por primera vez una operación de ginecomastia.
La medicina árabe avanzó hasta los años 750-850, cuando el Corán prohibió la salida de sangre provocada por médicos; persistieron la cauterización y las suturas. Más tarde Abenzoor describió la traqueostomía. En la civilización árabe vale la pena destacar a Averroes y Avicena, quienes impulsaron la medicina y la cirugía, si bien, al parecer, no han trascendido datos de esta época; basta mencionar como logro quirúrgico importante, que al emperador justiniano II (700 d. de J.C.) se le practicó una reconstrucción total de nariz con aparente buen éxito mediante un colgajo frontal.

Durante la Edad Media. los principios quirúrgicos sufrieron pocas modificaciones; no fue sino hasta 1414, en Bolonia, cuando Hugo de Locca llamó la atención sobre los principios de cicatrización, y luego su hijo, Teodorico, preconizó la limpieza cuidadosa de las heridas y utilizó los principios antisépticos de las compresas impregnadas en vino, en contraposición con los principios de Galeno. quien sostenía que el pus era necesario para la buena cicatrización de las heridas. Henry de Mondeville dijo: «Más cirujanos saben cómo causar supuración que cómo curar heridas.»

Guy de Chauliac recomendó la sutura de heridas con puntos separados y el tratamiento de fracturas nasales con reducción y taponamiento mediante rollos de algodón. Se inicia luego el Renacimiento, período en el que proliferan la sífilis y la lepra y con ellas las técnicas quirúrgicas reconstructivas para la reparación de las deformaciones faciales. Así surgieron los miembros de la familia Branca. considerados renovadores de la cirugía hindú, quienes introdujeron el denominado método italiano, tendente a evitar las marcas cicatriziales dejadas en la frente por el método hindú, tomando tejidos del brazo del paciente.
Pero realmente el propulsor y difusor de esta obra fue el profesor de cirugía Gasparo Tagliacozzi, de Bolonia, autor de “De Curtorum chirugia per incitionem”, publicado en Venecia en 1597. Se le ha llamado el segundo padre de la cirugía plástica, después de Celsus, debido a la trascendencia de sus procedimientos, los cuales la Iglesia consideró que interferian con la ley de Dios. Fue perseguido y muerto por la Inquisición italiana. Pero Tagliacozzi nunca mencionó en su texto a Leonardo Fioravanti, quien fue para muchos la inspiración de Tagliacozzi.

También en el Renacimiento y durante el siglo XVI se empezaron a utilizar las armas de fuego en las guerras, con sus consecuentes heridas. Éstas comenzaron a tratarse en forma cuasi empírica, hasta la aparición en escena de Ambroise Paré (1510-1590), quien demostró que la gravedad de dichas heridas residía en su intensidad y laceración, y no en su quemadura y envenenamiento. Paré estudió también las anomalías congénitas, bautizó la hendidura labialcon el nombre de labio leporino y lo corrigió mediante un punto en ocho horizontal.

Muchos autores consideran que se inicia luego un período de letargo en la cirugía plástica, pero durante los siglos XVI y XVII, a pesar de las escasas referencias que hay en los estudios y escritos sobre cirugía plástica, se produjeron el desarrollo de las ciencias y de las artes, el momento de la imprenta, el intercambio de conocimientos entre diferentes escuelas y las guerras y demás conflictos armados de la época, los cuales hicieron progresar notablemente los diferentes ramos de la medicina. Fue así como Larrey organizó las primeras ambulancias en los campos de batalla y describió su famosa contractura, al mismo tiempo que Marjolin se refería a la malignización de las cicatrices.

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